La polarización es un hecho en la sociedad y el comercio no iba a ser una excepción. Parece que es obligatorio apostar por el mundo online o si no mantenerse fiel a lo físico, a lo offline. Somos de dulce o de salado, de carne o de pescado, del Madrid o del Barcelona… Y casi nunca encontramos esa combinación de ambas opciones que determinen un gris tan equilibrado como idóneo.
En esta discusión lo único seguro es que ambos modelos presentan fortalezas pero, a la vez, también tienen evidentes debilidades y es que es la suma y combinación, precisamente de esas virtudes, la que hacen que tu comercio se acerque a los objetivos marcados de antemano.
Las ventajas
Ahora que el factor sensorial ocupa un lugar prioritario en la elección de las cosas, el debate gira entre dos conceptos: comodidad vs. comprobación.
La comodidad tiene que ver con el hecho de poder hacerlo desde casa, desde el coche, en una pausa del trabajo, mientras ponen anuncios en la tele o te tomas un respiro en el gimnasio. Tienes ordenador en la oficina o una tablet en la mesilla de noche y, por supuesto, un smartphone las veinticuatro horas del día para que en apenas un par de minutos esa camiseta que te enamora ya sea tuya.
La comodidad lleva consigo también la confianza. En algunos productos es una cuestión de fe. Una bicicleta es una bicicleta la compres donde la compres pero un alimento fresco puede distar mucho de lo que ves en la pantalla a lo que te trae el repartidor. Por eso, la realidad del vendedor debe ir de la mano con las expectativas del comprador. Gracias a este nexo de unión y a la rapidez que se ha alcanzado en los envíos (se tarda más en cocinar una pizza que en repartirla a domicilio), el online se ha convertido en un modelo casi imbatible.
Los partidarios del offline necesitan comprobar antes de comprar. Es decir, si buscan unos pantalones, se los prueban en los probadores de la tienda. Si necesitan tomates para una ensalada prefieren verlos, tocarlos y olerlos. Hacer prevalecer sus sensaciones y tener la seguridad de que lo que compran es exactamente lo que quieren, frente a la comodidad de esperar en el sofá a que suene el timbre del mensajero.
Las desventajas
Si negamos las tesis anteriores, obtendremos los inconvenientes, pero también podemos añadir más cosas. Por ejemplo, capítulo de gastos e inversiones. Un negocio virtual requiere de una cuantía no excesivamente alta. Hay impuestos, sí. Hay gastos informáticos, sí. Y, por supuesto, de marketing y publicidad para obtener visibilidad en la red donde, si se hacen bien las cosas en lo que al SEO se refiere, es más que probable que asegures más visitas que un escaparate de cristal y luces de neón en el medio de la madrileña calle Gran Vía.
Los propietarios de negocios físicos, de ladrillos en solares de terreno a precios de oro ya saben a lo que se exponen. Hipotecas, créditos, publicidad tradicional y otra serie de impuestos y tasas que nada tienen que ver con lo online. Además, las tiendas offline requieren de mercancía de forma permanente, algo que el online no te obliga inicialmente por lo que tanto el almacenaje como la conservación son, a priori, preocupaciones menores.
Conclusiones
Vistos los pros y los contras, la tendencia del “consumidor tipo” nos dirige hacia el formato en Internet teniendo en cuenta que otro posible inconveniente (el uso del dinero) ha evolucionado en pos de la seguridad y la ganancias o pérdidas ya no son algo tan previsible.
Para aquellas marcas potentes con presupuestos elevados lo ideal siempre sería mantener ambas tiendas conjugando sus características complementarias. Si eres un emprendedor de nuevo cuño y con una inversión inicial ajustada nada mejor un empezar en la red y a partir del crecimiento poder lanzarse a la aventura de lo real.